Acabó la temporada 2015/2016 y dejó paso a vacaciones y planificaciones de pretemporada.
Un descanso merecido, una recarga de pilas y un buen momento para reflexionar sobre lo conseguido.
Que en el Gimnasio Chang convivan en armonía deportistas y artistas marciales es una hecho. Quizá el secreto sea que somos un club pequeño dónde todos somos amigos, que a los mas tradicionales les guste de vez en cuando probarse con los chavales de combate o que éstos aspiren a encontrar ese algo más que no tiene el deporte. No lo sé, tal vez sólo hayamos tenido suerte de que se ha juntado un buen grupo de gente muy especial.
Esta temporada han habido algunos cambios en el gimnasio, el equipo de competición va tomando forma, pequeña pero potente, y los cinturones negros se están convirtiendo en maestros casi de manera natural, sumando con su experiencia y haciendo parte ya de la escuela y del estilo del Gimnasio Chang.
Aunque al mismo tiempo hay cosas que no cambian, el gimnasio sigue igual, pequeños arreglos aquí y allá, pero con las cicatrices imborrables de todos estos años que ha estado cuidando de nosotros, incluso con una o dos nuevas.
Y el maestro, no sé que decir, su sola presencia lo cambia todo. Y aunque ésto sólo lo entiendan los veteranos del gimnasio, que tras años entrenando aún te recorra un cosquilleo cuando te giras y te das cuenta que mira desde el pasillo no se puede explicar, un solo gesto de su cara y ya está todo dicho, ya sabes si estás en el camino o si hay que corregir de inmediato.
Verle entrenar es suficiente para motivarte y recordarte todo lo que te queda por aprender. Llevo más de tres décadas en esto y todavía me quedo embobado cuando le veo lanzar uno de sus yopchaguis, tan natural y sencillo para él como respirar, y me sorprendo a mi mismo preguntándome si trabajando duro algún día podré llegar a ser como él.
En fin, una gran temporada en mi opinión que me deja con la curiosidad de ver de qué seremos capaces la temporada que viene en este pequeño gran gimnasio.